lunes, 28 de diciembre de 2015

Macbeth y Rodoreda.

   Ayer fui al cine a ver la última versión de Macbeth. Una excelente versión pese a que el periódico sólo la calificaba de buena. Excelente porque vierte perfectamente al lenguaje cinematográfico el teatral, conserva todo el lirismo del texto de Shakespeare, el ritmo de la obra original y, sobre todo, su significado.    
   De qué trata Macbeth? Evidentemente,  como en todas las tragedias de su autor de una pasión humana, en este caso la ambición. Se trataría de una especie de tratamiento artístico de una percepción psicológica refinada. Pero quizá haya algo más. Se nos hace sentir que el primer paso hacia lo intuitivamente indebido es gratuito, innecesario, caprichoso y, por tanto, absolutamente perverso. Y aún hay más. No vemos morir a Macbeth (luego no muere) y, al fin y al cabo su fatídico ejecutor también provenía de vientre de mujer. Nadie puede matar a Macbeth porque ha pactado el mal y la esencia del mundo, su poder absoluto es el mal, nos dice veladamente Shakespeare.
   Respecto a la omnipresencia de las brujas, los aparecidos y,
en general lo escatologico no cristiano pasa algo similar:el triunfo de lo tenebroso pero que a la vez es justo, poético y dulce. Este último tono es predominante y viene a decir que quien mire de frente a lo oscuro, terrible e insondable, en cierto modo será feliz.
   Hace días vi en un teatro de Valencia una obra, también bastante buena,  en torno a Merce Rodoreda, una autora muy significativa para mi. Como allí se dice sus libros tratan de la nostalgia como amargura y a la vez consuelo, de que sólo nos recuperamos en parte para seguir, lo cual es absolutamente terrible e infinitamente melancólico.
   En eso coinciden ambos autores.

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